martes, 28 de julio de 2015

DE LEGANÉS AL SIGLO DE PERICLES...

Aquél tiempo en que llevábamos la muerte de A. Machado, a las candilejas del Julián Besteiro en ésta ciudad de Leganés en 1998

Leganés no está para entender ni saber de Perícles, ni siquiera para asomarse a la historia, porque es incapaz de vivir su presente.

Aquella Grecia antigua, tan lejos de ésta de hoy, llena de ladrones internos y capitalistas de la troica ahogándola hasta estrangular a los seres en defensa de lo mercantil y económico.

Tuvo un ayer floreciente, con defectos, nada es perfecto, pero tras consultar a varios historiadores, entiende uno que, aquél siglo de Perícles, no dejó abandonado a los discapacitados y a los pobres, cinco siglos antes de nacer el llamado hijo de Dios, se ayudaba a discapacitados, huérfanos e indigentes, hoy en éste Madrid en que nací, hasta hace dos meses se les quería expulsar de las calles como apestados con la excusa del turismo.

Hemos avanzado en tecnologías, pero hemos perdido en humanidad, empatía y solidaridad. Sólo existe la ambición monetaria, y la corrupción desmorona el estado del pequeño bienestar de los años 80 de éste siglo.
Periclés, o el siglo de Perícles, sin embargo, pensaba en los más necesitados:

JOSMAN.

"El pueblo soberano se gobernaba a sí mismo, sin intermediarios, decidiendo los asuntos de Estado en la Asamblea. Los ciudadanos atenienses eran libres y solo debían obediencia a sus leyes y respeto a sus dioses. Se consiguió la igualdad de palabra en la Asamblea. No desapareció las clases censoriales pero su poder fue más limitado; repartían los cargos fiscales y militares, pero les era imposible distribuir los privilegios.

El principio de igualdad otorgado a todos los ciudadanos llevaba en sí el riesgo del fraude, ya que muchos de ellos eran incapaces de ejercer los derechos políticos debido a su extrema pobreza o ignorancia. Para evitar esto, la democracia ateniense se aplicó la tarea de brindar su ayuda a los más necesitados de esta manera:

• Concesión de salarios a los funcionarios públicos.

• Buscar y proporcionar trabajo a los pobres.
• Otorgar tierras a los campesinos desposeídos.
• Asistencia pública para los inválidos, huérfanos e indigentes.
• Entre otras ayudas sociales más.

El cumplimiento de estas normas debió hacerse en gran medida, pues nos ha llegado el testimonio (entre otros) del historiador griego Tucídides (aprox. 460 a. C. - 400 a. C.), que comenta: «Todo aquel que es capaz de servir a la ciudad no encuentra impedimento alguno, ni la pobreza, ni la condición ciudadana».

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