sábado, 22 de diciembre de 2007

EN NAVIDAD, AGUA FRESCA Y TIERNO PAN.

Imaginad que uno fuera invitado a la luna la noche de Nochebuena, con todos los lujos, riquezas y servidumbres, en mi caso escaparía raudo por volver a lo cotidiano, por convertir la Navidad en lo que debe de ser: un día más, familiar, donde todos compartamos la misma agua y el mismo pan.

Y que sobre lo demás, los mariscos de la mar.

Ayer me invitó la luna,

subí con ella a cenar,

y a los postres comprendí

que duele la soledad.

Que un trono en el universo

me impedía imaginar.

Pero lo peor de todo

es, volverse holgazán,

que te lo den todo hecho

sin pararte ni a pensar.

Ver lejana la Tierra,

el vivir el bienestar,

que te sirvan sin servir

y en ti mismo gobernar.

La soledad planetaria

es cautiva en su girar,

y cuando se tiene todo

ya no hay que batallar

ni por libertad perdida

ni la que ansío alcanzar.

Ver en el todo la nada,

naufrago en la mar lunar,

mares secos de la luna

cráteres, fría oquedad

donde el silencio dormita.

Dejadme volver, soñar,

cena de Nochebuena,

albor de la Navidad.

¡Dejadme volver, volver,

dejadme volver y estar

en un trocito de tierra

de ese mi Madrid natal,

que cenando con mis hijos

ya no necesito más,

solamente su presencia

agua fresca y tierno pan.

Leganés, 22 de diciembre de 2007

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