viernes, 29 de enero de 2021

La lluvia en el desierto.

 La lluvia en el desierto.

Se escuchó una voz telefónica: "Don Anselmo, vengase su Excelencia Reverendísima, que queda un culito en la dosis".
Todo esto de la vacunación contra el virus de la pandemia, nos viene como esa mínima lluvia en el desierto.
Tan escasa y con tanta picaresca el horizonte nos muestra un oasis que cada día se antoja más lejano.
Los picaros acuden no solamente a las primeras gotas de la Lavandula mairei (planta del desierto) sino que, chupan del diminuto rocío nocturno,
Hay lagartos que además de procesional al lugar inyectante, se llevan a la madre, a la mujer y a todos cuantos puedan utilizar ese culito sobrante de la dosis, como si no hubiese ancianos en esas localidades donde los ambulatorios o centro residenciales tienen estadística de ciudadanos mayores.
La vacuna se vende por los laboratorios al mejor postor, y observamos según nos informan que, existe un estraperlo como en tiempos de posguerra, donde el que más paga se la sirven al margen del contrato europeo.
Sabemos que esta lluvia cae diminuta, pero la picaresca, política, militar y eclesiástica irrumpe en el proceso por la puerta de atrás, siempre hay alguien que les avisa.
Dicen que los Diez Mandamiento nos indican “no codiciar los viene ajenos” si el protocolo decía que a los de 90 años, ¿por qué se han vacunado estos codiciosos antes? ¿Por qué algún obispo acudía a la residencia de sacerdotes ancianos a por ese culín que salva la vida? Nada sobra, se busca a quien legalmente le pertenece. Hurtar una dosis a un anciano no tiene nombre, y no existe ley que lo condene.
Llueve en el desierto de las conciencias, pero había que preguntarse si algunos seres tienen conciencia, quien no la tiene de nada sirve preguntarle por ella.
Josman.
Celia Llave Suela

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