Decía Manolo Machado, -el mayor de los Machados- "El eterno llanto del recién nacido" en su Alborada de Veíga.
Cuando un niño llora -recién nacido- a mí que nunca he ocultado tener una chispa de neurosis, me desata los nervios, no se si lloran por un dolor, por hambre u otra circunstancia, y en el vivir de la ilusión, se me desborda el sin vivir del por qué de un llanto.
Me pasaba hace 38 años con mis hijos, pero entonces los hijos eran míos, ahora tienen padres, y no puedo decidir, aunque se me respeta la opinión acertada o equivocada por educación.
Y tiene uno esa sensación de ser el amante de una mujer con marido, que depende como debe de ser -sin machismo- de él.
Es decir, se ama a los nietos, pero no son tuyos del todo como los hijos, y en ese "eterno llanto del recién nacido" lo que puede ser un flato, o un simple llanto, te desborda ese no saber, y la ignorancia hace sufrir al ignorante, y, el miedo vuelve al quijotismo de Cervantes, el miedo a lo desconocido me turba el sentido, y vive uno en ese vivir sin vivir, o en ese vivir que te lleva al sin vivir.
JOSMAN.
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