Hoy vuelvo a Carabanchel Bajo, que para nosotros no es el Alto, aunque hoy sea todo en su conjunto un distrito de Madrid, voy a un Bar en el que estuve con mi padre y mi hermano Rafa, donde vimos en TVE en diferido el asesinato de Kennedy allá por 1964
La infancia marca la vida, para bien o para mal, (por ello cuido la de mi nieto, sin invadir el terreno paterno), se cogen los pequeños vicios que dan paso a los grandes, y se cogen las buenas virtudes, yo recogí pocas de las de mi padre, un santo varón que casi alcanzaba aquel dicho machista de postguerra que se denominaban casi “calzonazos” mi casa era matriarcal, es decir la señora Inocenta, que era mi madre, lo manejaba todo, de ella no se podía decir que necesitaba la igualdad, hoy 54 años después siguen reivindicando las mujeres, de ella heredé una leve neurosis, o en castellano castizo, una mala hostia, un genio momentáneo, que al minuto me amansa para ser algo parecido a mi padre en el sosiego sobrevenido tras la leve tormenta o cabreo.
En mi casa no se leía, salvo un periódico atrasado, y escuchábamos una radio colgada de una balda con dos palomillas, quizás de esa radio y las novelas radiofónica que escuchaba la señora Ino, aprendí como se hace un mínimo relato como este, un año después me incorporaría a los Salesianos de Carabanchel Alto, y allí descubrí lo único permitido en mi infancia franquista, la poesía de Teresa de Jesús y allí nacieron en mis cuadernos de gramática mis primeras coplas, que perfeccioné de los umbrales de la Universidad de Comillas en 1975 sobre los acantilados de la mar cántabra.
Allí, aprendí la preceptiva literaria, los preceptos poéticos que como Alberti, nunca he seguido, la poesía surge del alma sin preceptos, por ello hoy se escriben versos libres.
Pero mi Carabanchel ha muerto, sólo voy a tomar un café, el edificio de Reeducación es para los sindicatos policiales, no existe la Casa de Socorro, donde me hacían las curas de urgencia, la plaza sigue igual, la Iglesia, el Ayuntamiento, (hoy Junta de Distrito) la cara sur de la Finca Vista Alegre, donde había un reformatorio de niños, y sólo se reformaba con las directrices del espíritu nacional y de una guerra que hasta los que la ganaron la perdieron. Las Guerras Civiles las pierden todos, conocí a los victoriosos de base pasar las mismas necesidades que las de los perdedores.
Hoy me encontraré con la sombra de todo aquellos, vuelvo ya con la tercera edad a las baldosas de la infancia, pero la Calle Blasón (donde nací) dejó de ser empedrada para ser asfaltada, y por la edad del arbolado, creo que no quedan ni dos en la plaza de mis juegos.
Volver es volver a la nada, creyendo encontrar algo, no veo a personas de mi edad, y si los veo, no los conozco ni me conocen, escribiré un ripio tan simple como éste, a Carabanchel, a mi Carabanchel, como a mi piel, se le arrugado la frente y se le ha caído el clavel, clavel ya sólo de él.
Fotos y Texto JOSMAN
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