lunes, 1 de octubre de 2018

LA ALTURA DE CASTELAR


La altura de Castelar.
Sanchez, Casado, Rivera e Iglesias son aprendices ante un gaditano del siglo XIX, su verbo es solo un mechero que enciende hogueras.
Cuando uno lee el discurso de Emilio Castelar de 12 de Abril de 1869 entiende uno la dimensión de aquél gran estadista, como siendo creyente, defiende la libertad de culto, la libertad de creer o no creer, hasta llegó a decir que solo había dos circunstancias para salvar la I República “separación de Iglesia y Estado, y acabar con la esclavitud” esta existía en nuestros dominios de Cuba y Puerto Rico.
Hoy escuchar los debates de nuestros políticos desde Ayuntamientos a las cortes, dan pena, mucho máster, mucha carrera y escasa materia pensante, defienden la sinrazón intentando disfrazarla de razón, es decir, España hizo el milagro que realizo Benito Juárez en México, crear escuelas, hoy tenemos más universidades que cabellos me faltan en mi cabeza con su alopecia o calva.
Pero ya dijo Unamuno que “Salamanca no puede prestar lo que la naturaleza no da”, hoy vemos a los políticos llenos de diplomas, se aprenden una materia, pero suspenden en la más importante la del vivir, sentir sufrir cada día. Y eso les impide pensar. Como pensó Delibes en una tortilla de huevos de perdiz, el señorito cazador recriminaba a un roba nidos, que, sin huevos no hay perdiz, el ladronzuelo decía si usted mata la perdiz cazándola, no hay huevos.
Y en esas andamos, con presuntos amaños en carreras, másteres, convalidaciones y la universidad desprestigiada.
También hay que decir que yo no soy un buen poeta, siempre digo que soy aprendiz, y como no se nada, jamás me presentaría a querer administrar, mi Estado, mi Comunidad, ni mi Ayuntamiento, y esa es la diferencia de un mal poeta y de un político burgués y hasta aforado, la vida no es igual para todos, ni la justicia, ni la sanidad, ni la universidad. Ni siquiera las perdices según Miguel Delibes.
¡Pobre España! Tan rica, y que pobreza la inyectamos cada día. Debe de ser muy rica dijo un alemán, por más que se la roba, nunca se llega al fondo de sus recursos.
JOSMAN.

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