A lo largo de mi vida he conocido y oído, hablar de los misioneros de Dios.
Por vocación al servicio al prójimo, se iban y se van a lugares lejanos, y además de llevar a los nativos el alivio espiritual, construyen escuelas y hospitales, aumentando del modo que pueden la enseñanza, y curando o aliviando los males del cuerpo.
Y todo ello, por nada o casi nada.
En cambio los politicos, que deberían de ser los misioneros de los hombrers, no mueven un simple folio, sin su grandes salarios, por esa otra misión de velar y colaborar por el bienestar de los ciudadanos.
De los primeros observamos a menudo su buen hacer samaritano por pura fe.
Los segundos, sólo se mueven por el poder, por sus salarios, por sus futuras pensiones, por sus agigantadas dietas.
Como los senadores romanos del Imperio, conspiran y hasta en los medio públicos nos meten aquello del pan y circo, y permiten un coliseo callejero donde luchamos unos con otros por defender un derecho o un dasahucio, donde de vez en cuando un ser humano, se arroja por una ventana, y en vez de ver sangre en la arena, se ve y vemos como la arena cubre la sangre muerta del asfalto.
JOSMAN.
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