Una dama que me ama y yo la amo, me pide que la escriba, quizás por ese vicio de que, al escribirla cree que se la ama más y cuando no se la escribe se la ama menos.
Escribir es una necesidad, pero es cuando el alma necesita aliviar cargas de penas o de amores cuando empieza a fluir, a veces es como esperar que llueva y no llueve, otras es esperar el sol y amanecer nublado, siempre ha sido así y será, los versos son como la flor en la primavera, los versos no se piden, llegan.
Sirva este poemilla como lección primaria de la poética de siempre:
Los versos no se buscan,
llegan como la flor en la primavera,
como la tormenta agresiva
en las tardes calurosas de Castilla.
Los versos llegan por los desagües del alma,
que, cargada de sensaciones
desprenden sus sentires
por aliviar la despensa del espíritu.
Los versos no se piden,
surgen como manantiales
de las entrañas de las sierras.
Los versos son un flujo incontrolado,
las letras del alma,
que exteriorizándolas penetran,
si el lector sabe rumiarlas.
Los versos no se piden, llegan.
Si no es de esta forma descrita,
lo que es seguro, es que,
cualquier ser que escriba
será una factoría de letras,
pero jamás será un poeta.
El poema no se espera, llega, en ocasiones cien veces diarias, otras, tarda para el que espera demasiado, pero así es, y debe de ser, la poesía es como la sangre acude a la cita con la herida, pero hay que esperar a estar herido para sentirla, y describirla. Lo demás está dicho, no podemos convertir los amores y desamores, ilusiones o tristezas, en un antojo dominguero y despertirno, escribir veros, no es freír huevos, aunque estos tengan la función de alimentar al cuerpo.
Las cosas del alma van por otros caminos.
Leganés, 4 de abril de 2009
JOSMAN.
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