No soy docto para explicar la diferencia entre la poesía intimista y la poesía social.
El poeta lírico alcanza el cenit cuando cuanto nace de su alma se multiplica en los sentires de sus lectores.
El poeta social tiene un alma rebelde y la poesía de su alma corre como la sangre, es un fotógrafo de su tiempo, que muere cuando la circunstancia escrita se ha disuelto o resuelto.
La primera permanece, porque el sentir de los seres, siempre es el mismo con sus primaveras y sus inviernos.
La poesía social, vive en una constante escarcha, no es nunca una solución es una propuesta, es el aguijón de una avispa o lo que dijeron de Sócrates -que no era poeta- la mordedura de un tábano en la carne de los sistemas insociales que empobrecen la dignidad de los ciudadanos.
La primera es la poesía pura, la segunda si es buena, que la mía no lo es, es un antibiótico más de defensa que curativo.
Las dos son necesarias, la primera alimenta el espíritu, la segunda es como el quejido de un dolorido que, se echa en su magín todas las angustias de una sociedad.
La primera es el suspiro del gozo, la segunda, el ¡ay! de la angustia colectiva, los políticos pueden ser poetas de la primera, jamás de la segunda, porque irían contra natura, Pérez Galdós fue diputado, y dejó de serlo cuando en el Parlamento se asesinaba cada día a su "Marianela" Gabriel y Galán fue diputado, y se volvió a su escuela rural.
Todos deberíamos ser poetas intimistas, escribir de sensaciones y sentires, hasta del dolor del languidecer de una rosa, yo les envidio, porque carezco de esa altura, o quizás porque la dimensión de la vida me lleva a contar los abrojos que nos ponen en el camino tras habernos descalzado, soy simplemente un poeta-podólogo que, en su rebeldía calma el dolor propio y ajeno de un solo día.
JOSMAN.
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