Ya no quiero recitar en el atril de un teatro, empiezo a ser un poeta de taberna de barriada, donde las musas acuden como moscas a mi calva que cubre mi cráneo, y éste en "el taller de las ideas" que decía Aristofanes de Sócrates.
A veces nos levantamos queriendo besar al viento,
desencadenarse de todo, despiojarse de los viejos vicios.
desprenderse de la bufanda en este gris invernal de la mañana
en la que el café es una costumbre ya deshilachada
como el ribete de aquél mantel de madre, en aquella infancia
que se me esconde en la memoria tantas veces.
soy eso, un ribete de ganchillo amarillento.
Y sin embargo, asido al costumbrismo, el café y el cigarrillo
me silban en el pecho como un te quiero sin labios.
Se me escapa la pluma de la mano, como se me escapa un verso
asonante, suspirante y rencleante
La poesía, mi poesía, desciende como una neblina hacia la mesa
de un bar azul, y a veces me pregunto por qué escribo.
Escribir, tan solo es, pasar el plumero al alma polvorienta,
donde los ácaros bailan en la locura de algún sueño.
JOSMAN.
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