Una mujer de edad muy avanzada se sentía muy grave, cuando en la soledad de su habitación, vio que se abría el techo y entraba una paloma negra.
Médicos y familiares coincidían en que era una alucinación, pero ella afirmó una y mil veces que, la paloma revoloteó a su alrededor, yo llegué a la conclusión que era la muerte, porque poco tiempo más tarde se abrió el cielo y se cerró la tierra.
La paloma negra.
Es la paloma, y no la guadaña
la muerte que se ve
con los ojos agónicos
en la habitación blanca
de la última soledad.
El terror es súbito,
como la chispa del rayo
en la meseta en rastrojo.
Después, un sosiego que hunde
al ser en el colchón febril,
hasta que los estertores
inquietan al ave, invisible
para el resto de vivientes.
Cae la noche en un sudor
helado, sin viento,
se abre el cielo, y se cierra
la tierra con un llanto oscuro.
Y la paloma negra
se lleva el último hilo
de la bobina de la vida.
La familia llora, reza...
Después, la sangre de Caín,
los buitres carroñeros si hay herencia.
Leganés, 31 de julio de 2009
JOSMAN.
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