Esta madrugada sentado
en la mecedora, he finalizado las últimas páginas de “El amor en los tiempos
del cólera” de Gabriel García Marquez.
Nuevamente me ha
impactado, no sólo por su narrativa y su léxico, ya conocidos por mí, tan
castellano con tintes caribeños, me ha impresionado la forma de desgajar la
pasión del amor no correspondido de la
adolescencia y la primera juventud, para prolongarse hasta la vejez.
El modo novelado pero
real, de un hombre que mantiene viva la llama del amor durante más de cincuenta
años, sin ver apenas a su amada, salvo ocasionalmente en algún acto social o
religioso durante toda una vida, su vida.
Es verdad que, en la
llamada de la naturaleza, desahoga sus necesidades con relaciones de urgencia.
Pero lo más sutil y
hasta glorioso, es ver como trata el amor y la sexualidad más allá de los setenta años, renunciando a la
sexualidad con una joven adolescente por el gran amor de su vida que también
excede de los setenta años en el primer tercio del siglo XX.
Tras la libertad
enlutada de la mujer, el drama del hombre se materializa cuando tras la
resistencia de la mujer durante medio siglo, ella busca en la oscuridad el
miembro viríl de su hombre, y éste dice:” ¡Está muerto!”
La mañana siguiente
resucita para tener una relación reposada pero profunda y sutil, con un modo de
acariciar más reverenciado, porque el modo de acariciar la mano de su amada,
arrugada por los años, es un acto sublime, sin importarle que los pechos de la
mujer se descuelguen como dos brevas maduras, y que su cintura sea un conjunto
de lorzas vencidas por el paso de un tiempo inexorable.
Posiblemente Gabo,
nuestro premio nobel, escribió esta novela a esta misma edad de los
protagonistas, y deje aquí un testigo de su propio amor, cuando al ser humano
le vence el peso de las piernas y de las pestañas canosas, ya que ésta novela
socava en las debilidades físicas del ser a una edad avanzada.
Flojedad de piernas y
de genitales, pero no de alma y de esperanza, nos da una lección de amor en
mayúsculas, de ternura y de sensualidad, de una ternura exquisita hacia la
mujer amada, y nos hace entender la grandeza del amor, esa grandeza que a veces
se tiñe de relaciones prohibidas o mal vistas por la sociedad.
¡Ay, el amor, la gran
lucha del hombre y la mujer! Un drama
tiñe una página de dolor brutal, dos amantes octogenarios, casados con distintos
amores, pasan unas vacaciones de amor secreto, y el botero que les lleva con el
afán de robarlos, les mata a golpes de remo, para que el botín sólo fuera de
diez dólares de la época.
Aprendamos de Gabo, la
esencia del amor anisado, cuando la sociedad se mofa de la edad de los amantes,
sin entender la ternura de un beso con olor y sabor a vieja, como dice la
protagonista femenina Fermina Daza, ignorando que, cuando se espera un beso durante
medio siglo, el olor de la edad ya no importa.
Leganés, 28 de Julio de
2013
JOSMAN.
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