Puerta aún existente del que fuera Manicomio de Santa Isabel de Leganés en el siglo XIX.
Benito Pérez Galdós estuvo en Leganés, cuando no éramos un equipo de primera, ni una ciudad de segunda con políticos de tercera, y ni siquiera le hemos dedicado una calle a tan ilustre visitante, lo máximo un colegio público. Porque si Max Estrella era la primera pluma de España en la ficción, Galdós siempre será nuestro mejor novelista.
Tampoco la puedo dar
como cierta la visita, no tengo documentos, pero se llegó a decir que Galdós
visitó Leganés por un motivo de inspiración o de información, allá por 1885
cuando estaba pergeñando el primer capítulo de su Fortunata y Jacinta (1887), y empezó a tener en mente a un
personaje de ésta novela, Maximiliano Rubín, hombre enfermizo al que nuestro
novelista canario define sus síntomas como locura de amor.
Sea como fuera, y
respetando la opinión de los expertos galdosianos, una mañana otoñal don Benito
entró en Leganés a conocer “El Manicomio
de Santa Isabel” la visita no fue más allá de unas horas y un café en la
actual Plaza de España, con unas
interrogaciones al personal del Centro
de Internamiento de enfermos psiquiátricos, apenas le dio la sombra en la
actual calle del Sol, con una breve mirada silenciosa al edificio neomudejar -que resistió a la amenaza de la piqueta de tanta
tentativa urbanística-, Galdós no se llevó nada, quizás pensó sólo en una
escena quijotesca que escribí en mi “Quijote en Polvoranca” ciento diez años
después, con menor calidad obviamente.
Pocos autores han
tratado el conflicto mental como Galdós, nadie socavó más en la mente humana
como él lo hizo con sus personajes novelísticos. Nuestro escritor vería aquel
ambiente pueblerino, aunque no caciquil, parecido a aquel donde transcurre su
“Doña Perfecta” de 1876 acechando la muerte por amor o en el amor.
La visita a Leganés no
le aportó nada a su obra, a Ciempozuelos
no debió de ir, porque el psiquiátrico de la localidad, en ese año lo estaban
ultimando dos monjitas de la Orden Hermanas Hospitalarias que se encerraron con
una loca, para su alivio divino sin medicación adecuada, creando uno de los
mejores hospitales de esta especialidad.
Sea como sea Leganés
hoy, a pesar de tener la mejor poesía actual
del Sur de Madrid, siempre ha vivido de
espaldas a la literatura, a pesar de nuestros concejales de éste área en
diferentes legislaturas. Como pacientes pasajeros tuvimos en Leganés a Blas de Otero y a Leopoldo María
Panero, y ahí acaba nuestra historia poética de primera.
Hoy, ULEG propone para
la medalla de la Ciudad a nuestro querido poeta Santiago Gómez Valverde, y me alegro, es amigo y nuestro mejor
poeta intimista.
Leganés es más de
Rotondas de doce millones de Euros, de Fútbol de primera, de subvenciones
millonarias, quizás Galdós al ver los militares del Cuartel de Guardias Walonas
-que cambió de nombre, hoy convertido en Universidad- y los dementes externos e
internos, salió huyendo de nuestra localidad, porque la escritora y condesa doña Emilia Pardo Bazán –su amante- aquél atardecer le esperaba en la
Castellana con los brazos abiertos, y no tuvo tiempo para asomarse al mísero
Butarque, que le hubiera inspirado más.
Y es que Galdós no
recordó que, en Leganés teníamos varios héroes del 2 de Mayo de 1808, a pesar
de haber escrito “Los Episodios Nacionales”
Galdós abandonó
Leganés, como de Diputado abandonó el Congreso – dos veces- porque sin ser
poeta, nuestro mejor novelista, sabía que en Leganés no debe de contarse como
es, sino como deberían de ser, que es lo que diferencia a un historiador, y a
un periodista de un poeta, es una cita muy usada, “el historiador cuenta como
fueron las cosas, y el poeta escribe como deberían de ser”.
Hoy tenemos al Lega en
primera, grandes equipos en todas las disciplinas y éxitos individuales,
tenemos un coso “La Cubierta”, donde se estoquean toros de lidia, pero los
grandes genios pasaron como una nube de verano.
JOSMAN.
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