Biblioteca abandonada.
Foto de Lidu G. Gómez.
Leganés con 200.000 habitantes sigue siendo un pueblo manchego, en su idiosincrasia generalizada de sus gentes o ciudadanos, bastaría con que fuera una ciudad habitable, confortable y funcional, segura y limpia.
Con unos servicios adecuados y esas cuatro patas fundamentales, sanidad, educación, trabajo y servicios sociales, la cultura y el deporte son importantes, pero son un accesorio de los cuatro principales, como lo son los lugares de ocio en toda su extensión.
Un gobierno local tiene limitaciones en los cuatro citados, pero el Ayuntamiento nos representa ante las Instituciones y debe de insistir en representarnos y dar solución a los mismos, y como mínimo demostrar que lo hace.
Pero lo peor de todo es tener sueños de faraón, olvidando eso de confortable y funcional, añadiendo seguridad, y lanzarnos a realizar una rotonda de 12 millones de Euros junto a un parque tecnológico, donde difícilmente transitarán los vecinos en su generalidad, si a eso le añadimos los dos millones y medio a un campo municipal pero para el uso de una entidad deportiva que es una sociedad privada, y así, los sueños se alejan un poco de las necesidades reales.
Es legítimo y legal el tener sueños, pero con el dinero de pueblo sólo hay que buscar lo citado, confortabilidad, funcionalidad, seguridad y limpieza, la añadidura multimillonaria, es metafóricamente un sueño de grandeza no aconsejable en época de recesión o crisis permanente. Y eso no vale 12 millones, aunque nos llamen una ciudad de primera, una ciudad no es de primera por tener un equipo en primera división de fútbol, reconociendo su éxito deportivo, eso es el opio del pueblo, una ilusión colectiva, que no va más allá de un alcalde con bufanda en el mes de Junio por agradar a la afición en un día de euforia que nos alegro a todos.
Una ciudad, incluso de segunda, pone en funcionamiento una Biblioteca Fantasmal y no le hurta a la ciudadanía una piscina familiar como La Solagua que solo necesitaba una modificación como el Código Civil que se actualiza y es del siglo XIX.
Podríamos escribir mil cosas, para despertar al faraón de sus sueños, pero los despertares deben de ser como ese goteo eterno del Butarque, mínimo fluir, pero diario, los torrentes no son adecuados, son tormentosos, cuando se habla o se escribe de las necesidades primarias, y no de antojos egipcios en este pepino manchego.
JOSMAN.
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