LAS BRUJAS DE LA NOCHE DE SAN JUAN.
-Aquelarre en Leganés-
(Teatro corto)
Introducción:
Siendo yo muy jovencito, un niño de aquellos de pantalón corto de aquella posguerra prolongada, acompañaba a mi padre, hicimos un alto en el camino entre Carabanchel Alto y Leganés, mi padre dijo, que era para refrescarnos, el día era de esos tórridos, entramos en una bodega, y mi padre tras pedirme una gaseosa, comenzó a beber vino de un porrón; como casi siempre, le caían unas gotas desde la barbilla a la camiseta blanca, -dejando esas manchas bermejas que tantas veces irritaban a mi madre-, tras dejar el porrón en el mostrador, respiró como aliviado.
Allí, sentado en una mesa con otros parroquianos, un pastor, al que llamaban Remigio, nos relató a los presentes un hecho que había ocurrido apenas hacía dos meses, la noche de San Juan exactamente, tras recoger su ganado lanar, nos decía, que, observó una reunión de brujas o aquelarre, tan propio de la edad media y sus leyendas, y tan ajeno al madrileño año de 1960
La escena se desarrollaba en el Arroyo Butarque, decía que había luna llena, y una brisa sofocante propia del comienzo de verano, ésta mecía las ramas de los chopos, lo que hacía que el pastor, acostumbrado a la noche, viera con temor las sombras en movimiento, las golondrinas, explicaba, se convertían en murciélagos, que tenían un alado baile inquieto y chillón que contactaban con el ripioso sonido permanente del canto de los grillos, que producían un escalofrío en la soledad pastoril, cuando ya su flauta está acurrucada en las alforjas junto al morralillo que aún guarda el sobrante mendrugo de la merienda-cena.
Mi padre, volvía al porrón de vino, y yo a la gaseosa fresca.
Continuaba el pastor relatando que, al dejar la chopera, las sombras y el sentir del canto de los grillos era más lejano, contemplo que había una gran hoguera, mientras iban llegando a ella, por el sendero contrario al que había llegado Remigio, unas personas vestidas con sayas amplias y camisolas de mangas muy holgadas, que según se incorporaban a la fogata iniciaban un baile extendiendo los brazos como si fueran aves intentando alzar el vuelo hacia la luna llena.
Indicaba nuestro pastor que, se apresuró a esconderse sobre una espesa retama, extrayendo de su bolsillo una enorme navaja – que nos mostró- decía que la sacó a modo de defensa, -y yo me pregunté a mí mismo: ¡Defensa! ¿De quién y para qué?
Contaba que, el perro se tendió junto a él, con un resuello recortado, tiesas las orejas y el rabo bailarín, como esperando una orden que nunca llegaba.
Muy serio y con la mirada perdida o clavada en la puerta de la bodega, Remigio, siguió narrando cuanto aquella noche de San Juan aconteció. Yo, mientras el pastor hacía una pausa, tiré de la manga de la camisa soldadesca de mi padre, que me contestó: ¡Calla Manuel, que no tenemos prisa, y nuestro caballo "Topolino", está amarrado a la sombra!
Remigio, no se en que orden, nos dijo que las brujas se llamaban entre ellas como los siete pecados capitales: La Envidia, la Gula, la Ira, la Lujuria, la Soberbia, la Avaricia y la Pereza.
Mi padre pidió que repitiera los nombres brujeriles, mientras el bodeguero, acercaba a mi padre el porrón del vino, diciéndole con la mirada, ¡Bebe, que a éste trago te invito yo!
Leganés, Mayo de 2012
José Manuel García García (JOSMAN)
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