Se nublan las estrellas ciegamente,
se arrepienten los granados de mirarme *,
los tesoros se precipitan al vacío...
Los tentáculos del mundo desatados
dejaron de abrazarme.
Y ahora, el café tradicional
es sólo un vicio desnudo,
donde siempre un ruiseñor me canta.
Y tras el cristal del otoño
juegan los niños de mi infancia
carabanchelera, que se llevaron
las heladas bruscas y terribles
de sesenta inviernos permanentes.
*En Valdilecha hay una camino paralelo al arroyo de la Vega con varios granados...
JOSMAN.
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