Somos hijos de la naturaleza, y somos tal y como es ella, obviamente. Eso a lo que el hombre dio en llamar las cuatro estaciones. Estamos en esa invernal que observamos y caemos en la cuenta de que, si contemplamos una nevada que deja ciudades y campos con esa alfombra espesa de blancura, como poco a poco ante la subida de la temperatura la nieve comienza a debilitarse y mutándose en ese leve fluir de agua que empieza a absorber la tierra y en las ciudades empiezan a discurrir por las arquetas, y cloacas.
Este razonamiento simple, es el todo de la vida y la propia vida.
Somos nieve-agua, mejor dicho agua-nieve, que después de todo, amores, desamores, alegrías, tristezas, dolores y felicidades, nos absorbe la tierra o nos vamos por el sumidero, somos la pieza de madera barnizada, que acaba devorada o debilitada por la carcoma, en todo y sobre todo.
Jorge Manrique decía que, "Somos ríos que van a la mar". Somos nieve espesa y esplendorosa, que absorbe la tierra en esa metamorfosis de volver a ser vida, y de esa blancura con unos simples rayos de sol, surge el verde de una naturaleza bella y plena.
Josman.
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