lunes, 4 de julio de 2016

LEÓN FELIPE, EL POETA LIBRE.

León Felipe, el poeta libre.

El poeta no debe pisar las alfombras de ningún poder, porque acabará absorbido o prostituído intelectualmente.

No soy un experto en preceptos literarios a pesar de mi profesor jesuita, justo arriba de aquellos acantilados cántabros de la Universidad de Comillas ya en desuso como tal.
Prefiero el sentir del alma, a la disciplina cerebral forzada de lo aprendido, la poesía debe de tener ritmo, pero es distinto a la música que combina el tiempo con el sonido, alcanzando la perfección armoniosa, si lo ponemos esa perfección a la palabra escrita, estaría forzada.
El poeta que raramente se gana la vida con sus versos, “ que no dan sustancia al cocido” le decía el tío-suegro a Cervantes en Esquivias debe de ejercer la libertad en todos los sentidos, el poeta no debe de ser como un Prometeo encadenado, porque si es así, es sólo un instrumento cautivo, y para ello, ya quedó por siempre la tragedia de Esquilo.

El poeta debe, si es social, tener la ideología de lo social, pero no debería militar en ningún partido político, porque eso también le hace cautivo de una ideología estanco, es decir siguiendo la estela marcada como un barco que persigue en su tránsito una arribada marcada, y ese cautiverio es peor que el de los preceptos.
No trato de dar ninguna lección, tan sólo expresar mi opinión, ni siquiera tengo sabiduría para intentar dar consejos, la diferencia entre Antonio Machado y Miguel Hernandez, es que el primero era antifascista pero ni comunista ni socialista ni siquiera liberal como su abuelo. Fue un republicano sin carnet, aunque el PSOE se haya apoderado de el, Miguel Hernandez, si fue comunista y ejerció pero su compromiso con el ideal, su atadura voluntaria, le llevó a la cárcel y a una muerte carcelaria por abandono criminal de la institución penitenciaria y un franquismo feroz.
Por todo lo citado, nos encontramos con León Felipe, comprometido con la República pero no encadenado al ideal partidista, sólo con el ideal social que conservo hasta en su exilio mexicano. Y desde allí entre el jolgorio preanciano de los mariachis, seguía haciendo versos a una España desgarrada desde la otra orilla de la mar océana.
Y ahí, con más calidad o menos, no juzgo a nadie y menos a glorificados, está el verdadero poeta, la del viejo castellano no encadenado, al servicio de la libertad sin cadenas partidistas, sin buscar los preceptos literarios en la caverna cerebral de lo aprendido, desatándose de todo y por todo, se hace río poético sin un cauce predeterminado, marcado por la cadena partidista.
La poesía partidista, conservadora, centrista o progresista es la peor atadura porque pudiendo ser un mero sol libre, te conviertes en un planeta de traslación como lo es la Tierra del Sol en nuestra galaxia.
El poeta social sólo debe de estar comprometido con los derechos sociales dimanantes de los Derechos Humanos, estos pueden coincidir con partidos políticos, pero como cita un refrán labriego: “ Amigos, amigos, pero el borrico en la linde” ni en una parcela ni en otra, aunque la zanahoria este llamándole apetitosamente desde una, si como el burro nos vendemos por una zanahoria, por muy sabios que seamos, seremos meros peones de una ajedrez ajena que, siempre estará en el salón donde ni siquiera los pecados son nuestros.
Y con todo y con eso, trata uno de escribir como sabe y puede, pero no puede evitar que te enmarquen y te cuelguen de una pared u otra, como un cuadro mejor o peor, eso si, siempre el marco teñido de nogal no deja de ser un residuo del Rastro Madrileño, así tratan de comprarte para tenerte en la escarpia oxidada, donde la hembrilla también te encadena a la estancia, hasta que una reforma te envié al contenedor y, ahí empiece la verdadera libertad, la de no ser habiendo sido.
El poeta amarrado a un partido político, es sólo un gorrión bello, pero por sus alas herido, a merced de un gato hambriento. Y en la política, siempre hay un apetito incontenido que lo devora todo, hasta los versos.
Josman.

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