Tras acabar "la lucha por la vida" dejo de opinar de Pío Baroja, el autor de "Zalacaín el Aventurero" Baroja que era anticlerical, no se mofaba, ni hacía escarnio, ni vejaba, a ninguna religión, decía una realidad de la Institución, no del creyente, porque de lo público se debe de opinar, como si yo digo que las PNL -proposiciones no de ley, no son vinculantes- que presentan PODEMOS, PSOE y C´s y otros, no sirven para nada, son malas, porque ni ganándolas son de obligado cumplimiento, es decir, que son malas acciones o vacuas, y no es mofarse, ni hacer escarnio de una oposición que presenta lo que carece de valor real. Y esa es la libertad de expresión, opinar de lo público. Y respetando a todas las religiones, creencias y partidos políticos y cargos de los mismos que se nutren de dinero público, se puede y debe opinar.
Respetar nunca debe ser callar.
Baroja en ésta trilogía, saca a los desarropados y marginados de sus chabolas y cuevas, analiza el socialismo y anarquismo frente a la burguesía, Baroja no fue anarquista, pero tenía un conocimiento exacto del ideal, y sin embargo, se para en un intento de mostrar el oro oculto en el alma de una prostituta "La Filipina" que gana unos céntimos de peseta fornicando en las tapias de un cementerio, ese oro oculto dice en un capítulo, el oro de las almas de unas gentes que pervivieron hasta su muerte en 1956, un Madrid que conocí, el Madrid de los traperos, que vimos hasta en Leganés en los años 70, en la margen norteña del Arroyo Butarque.
FOTO: Google.
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