Los poetas aunque no pasemos de ser meros aprendices, " jamás deberíamos pisar las alfombras del poder".
Cuentan que, Dionisio de Siracusa escribía versos, el poeta Filóxeno, los criticó, y fue por ello a picar a la mina en trabajos forzados, pasado un tiempo, un día le sacaron de la mina, y le llevaron a Palacio, Dionisio había escrito unos poemas que quería que los escuchara el poeta Filóxeno y los valorara, fue tal la dignidad del poeta que, en medio del recital en vez de valorar los versos del monarca, de soportarlos tumbado en un diván, comiendo y bebiendo como un sibarita y gozando con bellas señoritas, se dirigió a los guardias de seguridad de palacio y les dijo:" Llevadme a la mina"
Nunca desde entonces, un poeta ha sido más digno, porque la dignidad del ser es vivir, aunque sea en una mina, lo demás hubiera sido, seguir viviendo, y hay una diferencia, la del solamente estar vivo sin ser tú, y la de sentirte vivo siendo tú.
Los poetas siempre viven una guerra interna, el espíritu o alma, se rebela constantemente contra el corazón, y en ese desafío está la esencia de la vida, la del ser que se sobrepone a su otro ser, la dignidad se pierde en el diván de los placeres, y se conserva en el pico y la pala. Difícil de entender, pero siempre en Siracusa o en la más insignificante aldea asturiana, habrá un Filóxeno que, aún condenado sea libre.
JOSMAN.
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