A Leganés le he dado hasta personajes de ficción, esculturas inexistentes, he jugado con la imaginación para enmascarar la verdad con eso que llaman metáforas y alegorías.
Mi Quijote en Polvoranca en su escena sexta de un único acto, crea al Amadorín y de sus manos el extremeñín, bajo la mirada del Arcipreste real D. José María Avendaño.(en la Ermita de San Nicasio)
Escena sexta.
Narrador: Nuestros dos personajes son visitados en las ruinas por Amador, el pastorcillo, éste viene rebosante de alegría, por fin tiene trabajo en un Taller- fundición propiedad de Escultores Leganenses Asociados, que han formado una cooperativa de artistas, el ayuntamiento les ha cedido una nave en San Nicasio, con un alquiler accesible, allí la creatividad es de todos y el beneficio de todos.
Amador les muestra los bocetos, él forma parte de la empresa, sus creaciones son realizadas en madera, como antaño, a base de escoplo, gubias y martillo, lija y distintos barnices y pinturas, su proyecto más inmediato es el extremeñín la figura de un monaguillo que ocupará un lugar próximo al altar del Santo Patrón en la ermita de San Nicasio.
D. Quijote: Ya has salido del Paro Amadorín, me dice Sancho, que por fin eres tallista o escultor y que te estás labrando el porvenir. Pero que mal cliente te has echado. Puesto que el Clero siempre fue más dado a pedir que a pagar, ten cuidado no salgas trasquilado.
Sancho: Esto es arte D. Alonso, no obra de caridad, se empieza por un monaguillo y se puede terminar tallando un retablo moderno y original. ¡Y eso está muy bien pagado!
Amador: Miren ustedes, sólo es una obra, no quiere decir esto que me vaya a especializar en temas religiosos, además eso de los retablos ya no se llevan, ahora las iglesias tienen bastante con una cruz en el altar, que es el símbolo de Dios muerto y resucitado, yo soy de la opinión que lo demás sobra, a pesar del encargo que me han hecho., además las arcas de la iglesia, han cambiado, ya no existe el diezmo y los feligreses nicasianos, son muy rezadores, pero poco voluntarios, para dejar en el cepillo las miserias que han ahorrado de sus salarios.
D. Quijote: ¿Y por qué le quieres dar el nombre de el extremeñín?
Amador: Es un pequeño homenaje a los extremeños, que junto con los andaluces, fueron los que hicieron grande este pueblo pepinero, el Arcipreste D. José María Avendaño, está de acuerdo y muy ilusionado.
Sancho: Bendito hombre este religioso, que tanto está haciendo por los necesitados del barrio! Aunque los de la Parroquia de San Eladio, no le van a la zaga, su esfuerzo es increíble esta iglesia, que diferente es de la que vivimos D. Alonso y yo, allá por el siglo XVI.
D. Quijote: Déjate Sancho de siglos, iglesias e inquisidores, borremos aquellos tiempos reinados por sinrazones, estos curas de hoy en día, son curas de mis amores, los de ayer malos demonios que a Dios daban oraciones, y al pobre que mal querían, a poco con un garrote, y las hogueras malditas y putas excomuniones
Los escultores y tallistas, siempre escogen como modelos a personajes históricos, pero Amadorín es bueno que tú, al igual que hizo D. Francisco de Goya en los murales de la Ermita de San Antonio de la Florida, que tuvo la genial idea de pintar el rostro de los albañiles, y así inmortalizarlos en las pinturas de esta hermosa capilla a orillas del Manzanares. Recoge tú el rostro de un chiquillo del distrito de San Nicasio y haz lo mismo, porque el pueblo y sólo el pueblo debe de ser el protagonista anónimo, no sólo en la vida de las ciudades, sino en la eclesiástica, que a pesar de que la letra de la Internacional socialista nos dice: “Ni dioses, ni reyes, ni tribunos” en este caso, bien puedes poner junto a Dios lo que ÉL más quería, a los niños, ¿o no te enseñaron el Catecismo, Amadorín ? Dejad que los niños se acerquen a mí! Este niño debe de representar, a mi juicio, un corpúsculo de la sociedad que rinde culto en ese templo, que no es otra que la trabajadora.
Amador: ¡Cómo se nota que es usted de izquierdas señor Sancho!
Sancho: ¿Y de que cojones quieres que sea Amadorín? La derecha defiende sus intereses y yo tengo que defender los míos y los de aquellos pobres como yo que ni siquiera saben defenderse, aunque les pisoteen eternamente.
D. Quijote: No lleves la política al arte Sancho.
Sancho: La política en la mayoría de la ocasiones ha estrangulado al arte, D. Alonso, ¿o me va a decir usted ahora, que no se le manipula, que no intervienen los políticos en él, entonces, por qué existe una concejalía de cultura, un consejero, y hasta un ministro, sin olvidar a sus técnicos, que en ocasiones en vez de proyectarla, la emponzoñan con sus manos, hasta hacer de ella, una marioneta inservible, porque todo cuanto se manipula innecesariamente se acaba adulterando y perdiendo su esencia, tanto de belleza, como de expresión y comunicación?
D. Quijote: En varias ocasiones me has llamado hoy D. Alonso y no Vuestra Merced.
JOSMAN.
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