A LEGANÉS LE REGALÉ UN QUIJOTE QUE NO QUISO ENTENDER O YO NO SUPE ESCRIBIR. Incluí uno de esos lugares de antigua cadena perpetua, no revisable: Su Psiquiátrico de Santa Isabel. Y ésto, es lo que dice Álvaro Pajares, -músico y poeta- que aquí nadie pierde el tiempo en leer, hoy escribo para mÍ mismo.
ESCENA SÉPTIMA (en la puerta del Psiquiátrico Santa Isabel)
Narrador : Nuestros personajes pasan por el edificio civil más emblemático de Leganés,
EL Manicomio viejo El Santa Isabel, Éste edificio de estilo neomudejar, en ocasiones en días lluviosos, deja escuchar muy vagamente el eco lagrimero de los viejos suspiros de la melancolía, en la añosa esquina de las calles del sol y de la luna. Allí tras la deslucida puerta enrejada y tantas veces retratada con pacientes ilustres, un residente, enjuto, como nuestro hidalgo, desaliñado, con barba de varios días y las mucosidades casi condensadas resbalando lentamente hacia el labio superior, como dos cataratas temblorosas, saca una mano vacilante entre los barrotes, las uñas marcan su arco extremo negruzco y sus dedos indice y corazón con un colo ámbar tostado, huella inexorable del veterano fumador, entre los labios un arrugado cigarrillo, exclama dirigiéndose a Sancho:
El loco: Oiga, ¡me da fuego!
Sancho: Lo siento pero no llevo, como no soy fumador. Y usted debería de dejarlo, no ve esa campaña sanitaria, que nos informa de los males que ocasionan esas hierbas.?
Don Quijote: Tenga usted fuego, buen hombre, bueno es que se de un pequeño placer, porque intuyo que tras estas rejas, en este edificio que más que hospital parece prisión, solo ven ustedes la vida tras estos hierros grisáceos , que falta tienen de una buena mano de pintura.
Le da fuego con su mechero y tras encender el cigarrillo:
El loco:
Muchas gracias! Bien se que esto es un vicio, pero bien decís señor, este manicomio, es la cárcel más inhumana, aquí ingresamos por el único delito, que no contempla ningún código. El delito de ser enfermo mental.
Sancho: Y cual es el mal que padece? El loco: El de la razón, que ellos llaman sinrazón, que cada día en mi celda o habitación, escucho la voz de Dios.
Don Quijote:
Coño, es que eso es difícil de creer! Pero aunque así fuera, desde cuando es motivo de enfermedad o dolor, escuchar la voz del Padre, es decir, del Creador?
Sancho: Recuerde usted don Alonso, que en otro tiempo se escuchó, como la Santa Teresa, que también habló con Dios, dicen que levitaba y que tras su elevación, se derrumbaba sin fuerzas y que sentía dolor, y a poco que le duraba, en su lecho se pasaba tres días de postración.
El loco: Yo no siento dolor alguno, sólo tuve una pequeña depresión, pues sufrí el abandono de mi mujer y mis hijos, ellos me trajeron aquí, por curarme en lo preciso, no
me creyeron tampoco, se mofaban cuando les decía, que el Altísimo me hablaba y me transmitía sus designios, para alcanzar la paz en el mundo y la igualdad entre los seres humanos.
Don Quijote:
Ay, como está Leganés! Todo lleno de mensajes, no recuerdas mi buen Sancho, que ha poco, era la Virgen, la que en un árbol del Butarque a una mujer del pueblo, la hablaba viernes y martes.?
El loco: Sí, pero su familia la ha creído y la apoya, y los médicos callan y a mí: toma cien pastillas y ésta cárcel enjaulada, que me creo que por vida, me dará muy cortas alas.
Sancho: Sí, en la Fuente de la Teja, la divinidad nos envía con rima sus quejas, las unas en una teja y otras tras estas rejas.
Don Quijote: Esto se lo arreglo yo, ( comienza a vocear) Donde hay un doctor con el que pueda yo hablar, donde está el director,? ¡que salga el doctor Desviant! ¿Desde cuando en Leganés y en esta santa nación se le llama enfermedad, a que uno hable con Dios?
Sancho:
Bajad la voz don Alonso, que nosotros no sabemos ni jota de Psiquiatría y mucho menos de normas, no sea que por Quijotes, otra vez y en mala hora, nos manteen como antaño, o nos hagan otras obras, que esta es Casa de locos y a poco que nos cojan, nos encierren a nosotros de por vida y a la sombra.
El loco: Será mejor que os calléis y si queréis, por piedad, el darme la libertad, Aquí mismo os espero, traed una palanca de hierro o de puro acero y tras partir el candado, al fin salgo de este infierno.
Don Quijote: Tranquilo que así lo haremos.
Tras este afirmación Don Quijote y Sancho se alejan, mientras don Quijote le dice:
Don Quijote:
Bendita locura ésta, que solo tiene la feliz patología de hablar con Nuestro Señor! Recuerdo unos versos de don Antonio Machado, en los que el poeta hablaba en sueños con Dios : o Tú y yo jugando estamos al escondite Señor / o la voz con que te llamo, es Tú voz.? Edificamos a Dios en nuestro interior, le damos forma y voz al Creador. Siempre le hemos tenido en una doble prisión, en nuestra mente y en nuestro corazón. Dios en ocasiones es parte de nosotros mismos, o nosotros somos parte de El, un corpúsculo diminuto, pero una parte al fin.
Más habría que encerrar a los que se sientes dioses, que aquellos que le buscan hasta
hablar con Él. Por el contrario si tuviéramos que recluir a los soñadores, a los transmisores a los profetas, habría que hospitalizar a media humanidad, al igual que encerramos a Dios en nuestros sentires y en los templos de oración colectiva. Benditos sean por siempre, aquellos que no han perdido la esperanza y la fe de creer y de creer de una forma noble y humana de que este mundo puede mejorar por el camino de la justicia o de la divinidad, todos los caminos son válidos si su fin es la igualdad y la solidaridad entre los hombres. Este loco, es una desesperanza de la que nace la más grandiosa esperanza, la que nunca pudo ser vencida por las guerras, las injusticias, los desamores y las prisiones.
Te recuerdo aquella frase del poeta Brotóns : Cuantos Cristos hay que crucificar de nuevo para que el mundo alcance la justicia y la libertad ... Creer y luchar por la libertad y la igualdad, es lo más sublime que puede albergar un ser humano en su alma, aunque la ilusión por esos ideales nos muestren el espejismo del ver o el hablar con Dios, como lo hizo Moisés en el Sinaí.
Parece una locura y tal vez lo sea para la Psiquiatría moderna, pero no deja de ser el instrumento que mantiene viva la esperanza. Pero la medicina, está basada en síntomas o patologías, en etiquetas que nos ponen, sin socavar en los vericuetos puertas o fisuras por donde le brotan los sentires a los hombres como éste, que lo único que padecen es el disfraz que toman los sentires, éstos son imposibles de estañar con medicinas.
Posiblemente a Dios lo inventemos a nuestro modo y uso. Nosotros no somos el Dios que buscamos, sino el que necesitamos. También amigo Sancho, sobre ésto nos enseñó Antonio Machado.
Sancho: Pero de eso hablaremos otro día.
Fin de la escena séptima. Se corre el telón.
Josman
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