Como Hesíodo, poeta-pastor casi contemporáneo de Homero, escribo de ese correr del Butarque, como él escribió de la vida rural y de las chozas de su Beocia, donde dicen que dormía entre animales domésticos, fue más moralista que yo, poeta de alma, poeta de pueblo, Homero escribía al antojo de la aristocracia.
Hesíodo llegó a la médula de un tiempo que no le supo entender, escribiendo del costumbrismo de la miseria, dicen que, ni siquiera se acercó a Atenas, es decir, fue el poeta puro de la naturaleza enquistada en su propio ser, no viajó, pero no tuvo necesidad, no se contaminó como los filósofos, escultores y poetas de siglos posteriores, no dejó escuela o académia.
Hesíodo, al que envidio, se nutrió del barro, del calor y del frío, de la avaricia de su hermano de modo positivo, al que trató de corregirle de sus desmanes.
Fue el poeta- tierra, de lenguaje vulgar y en esa vulgaridad y esa naturalidad, le hizo ser el segundo poeta de Grecia, Independiente y aislado, contó que pagaba el impuesto con su trigo y servicios militares, y Grecia, sólo le dio esa soledad de un siglo de incomprensiones. No conoció a ninguna Aspasia de Mileto, pero se conoció a sí mismo, que casi 400 años antes de Platón, ya fue bastante.
JOSMAN.
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