HAY POETAS QUE MORIMOS GRATIS.
JOSMAN: “Un poeta no puede morir gratis”, me decía el poeta Jesús Hernández Brotóns, y me regaló la cita, no se refería al dinero, se refería a morir sin el pueblo, a morir sin que nadie lea su obra por mínima que sea.
En parte Miguel Hernández fue más leído y entendido en Argentina durante la dictadura franquista, y le debemos a Joan Manuel Serrat y a otros, a que no muriera de ese modo, al hacer populares sus poemas en canciones, de no ser así, hubiera muerto gratis.
Moriré gratis, con el equipaje de mi barba blanca,
y acabaré siendo barro de un almendro
en su tierno florecer de primavera,
no habrá eco de mis versos butarqueños,
tan sólo quizás mi nieto desempolve
en un cajón un folio amarillento,
en el el quejío de un ayer lejano.
Tan sólo exclamará:
¡Fue un simple arroyo que se evaporó
en la duda certera de nunca ver la mar !
Y tan sólo así, de modo involuntario,
Darío sin saberlo me habrá resucitado.
El futuro de algunas letras, dependen de la apertura de un cajón, alguien abrió el cajón de Emilia Pardo Bazán, y allí aparecieron con permiso de ella, las cartas amorosas de Benito Pérez Galdós, hoy conocemos como relataba doña Emilia que había perdido una prenda íntima en la Castellana, era literatura epistolar, rozando la vulgaridad del erotismo, pero era la palabra escrita de la Condesa de Pardo Bazán, encerradas en un cajón de su secreter. Carmen Conde lo sacó a la luz con permiso obviamente. Doña Emilia no murió gratis, la mujer que se atrevió a llamar a nuestro mejor novelista "Viejo Chocho" en las escaleras del Ateneo, por un antiguo despecho amoroso.
JOSMAN.
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