Recordad – decía Manuel- en sus última páginas del cuaderno, que en la novela de Humberto Eco “El nombre de la rosa” El Papa Juan XXII, por aquél tiempo, jamás se enteró de lo que ocurría puertas adentro de una abadía, de la tinta que mataba a los monjes…Guillermo de Baskerville, lo investigó, fue enviado por el Papa, tan sólo para un debate sobre “Los franciscanos”
Eso mismo. aunque parezca una hipérbole –y quizás lo sea- ocurre en
A veces eso y solo eso, lleva a la muerte a un hombre, y hasta para la mayoría a Dios.
Por ello, los ministros, los arzobispos, los césares de hoy, el poder debe de tener oídos y ojos en la abadía y en
Manuel, nuestro paciente de la 101 cada día –pero sin obsesionarse- tomaba la tensión y el pulso a los gobiernos, bien del PSOE o del PP. Y lo reflejaba en su cuaderno de la forma más popular, que es la entendible por todos, en romancillos, coplas y hasta ripios y escribía:
Paseo
despacho de mi ministro
tan lejos de los calvarios,
del huerto de los olivos,
sin controlar centuriones
que hacen del guardia un cautivo,
o le ponen en galeras
remando hasta ser vencido.
Sin adivinar las cruces
de España por cien caminos…
¿Por qué no queremos ver
cuanto nos dan por escrito,
esos que piden socorro,
con la palabra, sin gritos?
¡Ay, cuanta luna cuadrada,
cuánto apagado infernillo…
y cuanto Poncio Pilato
piden, pidiendo a si mismos,
liberar a Barrabás
por ejecutar a un Cristo!
Se puede escribir mejor, indudablemente lo hacen a diario miles de escritores, con letras más grandes, con palabras rebuscadas, con una perfección gramatical y narrativa, pero no se puede emplear una metáfora más clara, la metáfora, es una comparación tácita, y lo tácito es lo que se intuye.
Pero hay siempre quien se niega a intuir, y éstos casi siempre se sientan en despachos con sillones de cuero bien curtido, y el sofá acomoda los glúteos y relaja el entendimiento.
Esperemos que algún día se levanten y piensen en el dolor ajeno, – pero interno- que siempre cuesta más entender que el propio por ser nuestro.
Si uno se pincha con un alfiler el dedo más pequeño de su pie, el dolor, por simple que sea, a través del sistema nervioso tras recorrer todo el “Cuerpo” alcanza el cerebro, si no lo alcanza, algo funciona mal, o es que el cuerpo es el de un tetrapléjico encadenado a una cama de por vida.
No hace falta estudiar nuestra problemática. ¡Basta con mirar a nuestro alrededor para entenderla y aprenderla, decía mientras escribía Manuel.
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