Foto: Dleganés.
He querido traer a este mi humilde blog la "Oda a Miguel Hernández" de mi siempre admirado amigo Santiago Gómez Valverde, para mi, siempre mi maestro, y sin lugar a dudas, el poeta más significativo de la palabra escrita, y de la palabra en el tiempo, que jamás ha existido en este sur de un Madrid que vive vacuo de sentires, Santiago, nos refresca con sus versos una sensibilidad que nos impregna los ojos y el alma.
Existe un silbo firme, vulnerado,
que pastorea sonrisas en los labios del aire,
y se llama Miguel. Siempre existió.
Y una luz invisible, veladura sonora, y huérfana de nombre,
[que titila,
desconsoladamente,
en las crepusculares pupilas de una estrella.
Y una avena de lluvia, aflautada, lanar,
germinando en las alas donde brota
el capitel corintio de los sueños. Miguel era su néctar,
dos sílabas adustas, como olas despeinadas,
cuyo verso no cabe en el alma del mundo,
ni en el fusil que tiene forma de calavera.
El río de la sangre, mana barro, Miguel,
con sus dedos de agua balbucea y construye,
en acorde binario de latidos, tu estatura de hombre.
Santiago Gómez Valverde
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