De jóvenes y del día de mañana
Que la corriente de poniente se muestre brava, impetuosa y rompa tanta mansedumbre, tanta rutina adolescente de fracasados escolares sin más destino que la explotación laboral provocada por la ausencia de la más mínima cualificación, por la suma de ineptitudes y desacuerdos entre los adversarios políticos de turno, que incapaces de ver más allá del presente, han conseguido la desorientación social de nuestros jóvenes y adolescentes, un pésimo nivel educativo respecto al resto de los países miembros de la desunida Europa y un futuro inmediato nada halagüeño con forma de acantilado hacia el vacío.
Que educar no es nada fácil deberíamos tenerlo asumido desde hace ya muchos años, empezando por la propia familia y terminando por la obligación política de llegar a un acuerdo que saque al país lo más rápidamente posible de la decadencia educativa en la que nadamos, del peligroso índice de fracaso escolar que mantenemos, del absentismo escolar, de la masificación de las aulas (treinta y tantos son demasiados) y por descontado, reflotar códigos de conducta que devuelvan la autoridad a profesores y educadores encargados de transmitir los conocimientos y valores necesarios para una convivencia sin altercados y de mútuo respeto.
Los distintos planes educativos que se han venido produciendo en los distintos gobiernos no han conseguido subirnos al tren del futuro, a ese imparable tren que no espera a nadie y que posiblemente termine atropellándonos si no hacemos todo lo posible para que nuestra juventud se forme adecuadamente y recupere su valoración dentro y fuera de la Unión Europea. Sólo Portugal nos supera en forma y fondo y el AVE seguramente no llegue a Lisboa. El protagonismo juvenil tiene que retornar a las calles, plazas y cualquier otro lugar donde poder fabricar entendimiento, democracia y humanismo, exigiendo participación en todo lo que afecta a su futuro, y no precisamente, como en estos últimos días de septiembre, por altercados puntuales como el acaecido en Pozuelo de Alarcón, por botellón, drogas o fiestas de nunca acabar, por puños o brazos en alto en da igual dónde, por enfrentamientos ideológicos con resultado de sangre, por conatos xenófobos…
Los ancianos, como dijo Shakespeare, desconfían de la juventud porque antes han sido jóvenes, pero todo momento de aprendizaje que se le resta a los hijos del futuro, conlleva el inicio de un fracaso social del día de mañana: el de todos. Como el mar.
4 comentarios:
El principio de la democracia reside en poder decir a otro aquello que no quiere escuchar. Pero anormalmente, si contradices a alguien, pasas a ser su enemigo hasta que las canas te demuestran lo contrario.
Josman, Josman, Josman...
¿Merece la pena seguir bregando ante lo imposible?
Eres querido.
Richi: tú también.
La Aguja.
Aguja, gracias por tu comentario.
Sí merece la pena seguir bregando ante lo imposible.
"Dale al aspa molino hasta que nieve el trigo" decía Miguel Hernández.
Eso hacemos algunos obviamente con menos calidad que él.
Un abrazo:
JOSMAN.
Pues depende pero yo creo que el que nace torero muere torero.
El que nace libertario, muere como tal sino se vende.
La juventud es por definición, libre, contestataria, y busca con ilusión un mundo nuevo.
Y eso se puede moderar y modular con el tiempo, pero mientras existan personas con alma, ese espíritu no se puede acallar, ni falta que hace.
Los únicos que lo intentan son a los que no les gusta la libertad y el progreso de una especie como la nuestra.
Los de siempre los cínicos y los carentes de alma e incluso corazon.
Un saludo Wasabi.
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