jueves, 4 de junio de 2015

¡SOÑAR, ES VIVIR! DICE EL LOCO DEL BUTARQUE.

ACTO SEGUNDO.
Escena tercera.
EL ENCUENTRO.

El narrador tras las bambalinas relata, mientras, Antonio pasea mirando al horizonte oscuro de las bambalinas del teatro
.
Narrador: Nuestro personaje, nuestro loco, al atardecer cuando los rayos del Sol del ocaso se hacen más débiles, como el pulso de un moribundo, porque en la idea de Antonio, el Sol muere cada día en el oeste, para volver a nacer horas más tarde, porque la naturaleza y nuestra naturaleza es así, un constante nacer y morir, al menos, eso se repetía Antonio a diario. Pero en este atardecer, Antonio vería o creyó ver a su ninfa.

Una mujer aparece en escena y se sienta, con los pies descalzos en la tarima del escenario en silencio.
Antonio: ¿quién habrá pescando ahora, cuando ya se oculta o muere el Sol, ¡no puede ser, es una mujer de cabellos dorados! voy a acercarme hasta ella. ¡Dios mío, es la mujer con la que sueño, es ella, es mi ninfa!

Narrador:
La mujer está impasible, tiene los pies sumergidos en las aguas del lago, y los ojos cerrados, como meditando ¿o quizás se ha dormido?, se preguntaba Antonio.

Se acercó a ella, acarició sus cabellos, ella volvió su rostro, sus ojos seguían cerrados, y extendía su mejilla derecha hacia el rosto de Antonio, éste no salía de su asombro, y a pesar de estar absorto, la besó, y la besó mil veces, hasta sentir seca su boca y sus labios,  y se preguntaba si realmente lo que veía era una alucinación, como tanto se temía él y don Agustín.

Pasearon hasta el embarcadero con sus manos unidas, y allí, se despojaron  de sus ropas y nadaron y nadaron, en ocasiones sumergidos, como queriendo ver sin ver los pies de agua de los juncos negros en la oscuridad.

Después, en la orilla sur del lago, permanecieron hasta el amanecer, sin decir ni una sola palabra, ella mujer o ninfa, apoyó su cabeza en el pecho de Antonio, y de no haber vuelto a nacer el sol, allí hubieran estado hasta el fin de sus vida, no necesitaban palabras, ella  le miro profundamente para amarle con la mirada, amor puro, con la única existencia de un pestañeo involuntario.

Antonio vencido por el sueño provocado por aquella paz y sosiego, tras haber amanecido hacía tres horas, despertó sólo, y la buscó, primero en las aguas del lago, después, en cada palmo de tierra del parque lineal.

Fin de la narración:

Antonio, muy cansado y fatigoso, se sienta en medio del escenario, extrayendo de su camisa un papel escrito, y lee: EL ENCUENTRO.

Ninfa soñada y vivida,
corpúsculo dorado, celestial,
ascendente entre los juncos
como un nenúfar fresco y flotante.
Aparición butarqueña
que asida del tablón de embarcadero,
como una sirena de Odisea
me llamas insistente y desnuda.

Desciendo y sumergido en el estanque
soy como el pez sorprendido en el romance,
-aquél lorquiano y lujurioso
que abría el amante hueco sobre el limo-

Allí te amo en mi locura manriqueña,
bajo las bóvedas del bosque solitario.
Siento trémulas las ramas de los chopos,
al pino, le cae una aguja silenciosa.
lo demás, es la mente que traspasa 
la existencia febril de nuestros besos
en la enredadera del sueño y del misterio.


Antonio: Ahora, ya no sé, si ha sido alucinación, sueño o realidad, ¡que más me da lo que sea, loco o cuerdo he vivido ésta noche, lo que se saborea de la vida es lo vivido y hasta lo soñado como repito tantas veces! Cuando un ser humano sueña con una tragedia se despierta con ansiedad y angustia, y su corazón se desboca en taquicardia,  Como en la adolescencia especialmente, en el sueño erótico se eyacula, y descubre uno la huella inevitable de lo soñado al despertar.

Vuelve a recitar;

No sé si viví o soñé.
¿ No es vivir también soñar?
¿No despierta el ser humano
en un pleno galopar
del corazón, cuando sueña
con una angustia vital?

Se vive lo que se sueña,
sea en desierto o la mar,
pisando la ardiente arena
o salpicado de sal.

Ninfa, mujer o ensueño
en la noche celestial,
resonando en la memoria,
cual Cuaresma o Carnaval,
es dolor y gozo el sueño,
y lo mismo, el despertar.



Tras la lectura de los poema, se corre el telón.

Fin de la tercera escena del segundo acto.

JOSMAN.








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