EL TÁPER DE LA ABUELA.
Carta a las abuelas
Conocí a estas abuelas de hoy cuando
eran jóvenes en aquellas décadas difíciles de una posguerra dilatada en el
tiempo de los años 50 y 60 del pasado siglo.
Muchas llegaron a las grandes capitales
desde las zonas rurales donde existiendo ya las cosechadores, realizaban la
siega y la trilla a mano con las herramientas que pervivían desde hacía siglos.
Aquellas mujeres que se abrieron camino
con sudor y a veces sangre, donde además de ser marginadas incluso para abrir
una cuenta bancaria de ahorro, algunas servían en casas de unos señores, donde
la jornada diaria era interminable y se hicieron mujeres cuidando y criando los
hijos de otros.
Aquellas mujeres hoy son abuelas,
compraron sus viviendas en ciudades dormitorios llevando la economía de sus
hogares, quitándose de un seno maternal a un hijo para colocar a otro, algunas
fueron incorporándose al comercio y las industrias, consiguiendo esto tan
normal hoy en día el permiso de conducir, aquellas jóvenes con salarios
insuficientes como hoy, abrieron las nuevas ciudades y les dieron vida, hasta
el punto que dejaron de ser barrios dormitorios para tener ese carácter de
ciudad.
Hoy aquellas mujeres con sus achaques
con sus artrosis y problemas óseos y de eso que dominamos circulación
sanguínea, por no citar otras de más gravedad, se siguen despertando al alba, y
cuando podían respirar reposo, madrugan para llevar al nieto a la guardería, a
los médicos, y ya que están aquí, que se queden a comer, porque los hijos
regresan a la tarde y el niño o los niños casi retornan con el pijama puesto.
Y ¡Ay, de aquellas que tienen hijos en paro
de larga duración! Es entonces, cuando con su míseras pensiones alargan el
céntimo hasta milagrear ese puñado más de lentejas, y, como las tarteras
quedaron anticuadas, ahí meten en el taper, cuanto pueden, Sí las conocí como
todos los de mi edad, en esa lozanía que comenzó a marchitarse a golpes de
lucha en hogares y fábricas,.
Hoy algunos fascistas porque quedan, las
llaman yayoflautas, porque se asoman con una pancarta a la mismísima puerta del
Congreso de los Diputados y desafían a la Ley Mordaza, por defender ese pan,
esas lentejas, esa ayuda a la hipoteca, ese socorro a la beca del nieto.
¿Por qué a las abuelas?, porque los
abuelos arrastramos la sombra de nuestro machismo, y algunos entre los que me
encuentro, mientras ellas cocinan unas albóndigas, los hombres estamos o bien
en la partida de naipes o escribiendo coplas o cartas como esta, aunque somos
los mensajeros, los que llevamos el táper y subimos al tobogán al nieto.
Hoy reclaman una pensión justa y desde
el Banco de España, las dicen que tienen vivienda propia y es un bien, y que
eso es un bienestar por no pagar alquiler.
Todo cuanto aquí he escrito lo sabemos
todos, lo escriben a diario en sus mentes y no lo pasan al papel, por ello, y
no porque sea el mes de la mujer Marzo, les escribo reitero lo que todos y
todas sabemos.
Y es que, con unos
gobernantes insensibles, nos queda el ejemplo de estas abuelas en la barricada
pacífica, porque como dice el himno de los caídos: “No supieron vivir
de otra manera, ni morir” Cuando las abuelas hablan los poetas
aficionados deberíamos callar para siempre.
Permite, lector, ésta simple
carta, este homenaje, porque su táper, sin ser una exageración, quita hambre, y
nada en el mundo es mayor tesoro que en este, el de una madre que es abuela.
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