Si al leer estos sencillos versos
pudiéramos escuchar “Candilejas”
me abriría los sentires
y en el gemir de la neurona más remota
solitaria y vagabunda
sería lágrima anímica esos instantes
en la candilejas reales de un teatro de barriada
donde todos estamos sedientos de saber.
Candilejas de Chaplin, iluminadas,
melodía justa y necesaria.
Música y poesía paralelamente
navegando por los sentires,
propagada por nuestras vistas y nuestros oídos
como una llamarada en nuestras vidas,
tan cercanas y tan lejanas.
Candilejas entre el borde precipicio
y esa línea de luces que te esconden
y me esconden al mirarnos.
Candilejas, declinar del viejo payaso,
altar de la musa del artista,
así eres tú, musa en el altar
de mi oración imposible.
Existes en mi sueño, y en mi realidad existes,
barreras del amor carnal y telúrico
y libertad de la noche solitaria.
Al leerlo amor, escucha Candilejas,
ve soltando acompasado el aire,
y mírame a los ojos,
y bésame los labios,
que te quiero con el alma,
pero en mi debilidad humana,
Dios me la vistió de carne.
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