lunes, 8 de junio de 2009

LAS LUCES DEL OCASO.

Las luces del ocaso

débiles como las luces de la vejez,

tienen ese sosiego de la entrega

como la espumosa ola

que parece absorbida

por la sedienta arena de la playa.

 

 

La arena rezuma la sal

que no aprecia el ojo humano,

pero que son la medicina idónea

del viejo y sus pies cansados.

 

El mar tiene minutos de vida que regala.

 

El mar, la mar, es femenina,

cuando se viste de calma sospechosa,

que después, da paso a el mar

embravecido y a veces asesino.

 

Luces del ocaso, cuando el paseo

extenso de la tarde expira,

cuando el viejo retorna al hogar

y llama compañera a su fatiga,

después, pausadamente desmiga el pan,

que el gorrión mañana,

picará  y picará piante y agradecido

en otro amanecer

que ya no contará sus canas heridas

por el frío vertical de tantos años,

frente a la mar silenciosa

que besa la roca del acantilado.

 JOSMAN

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