Sigo escribiendo una novelita corta.
LA CARROZA DE ORO.
CAPÍTULO UNDÉCIMO.
Había ido por la mañana, en el camino había encontrado un ave poco común en Leganés, la corneja, debía de ser esa que a veces he contado que produce un maleficio en el ayuntamiento de la localidad, y que, ese es el motivo de su desgobierno, y denuncias con razón o sin ella entre sus concejales, es un ave que grazna desagradablemente, observándola me dio una sensación desagradable, me causa lo mismo con el cuervo, como si anunciara la muerte, o quizás sea la muerte que se asoma hambrienta.
Pero con la facilidad que desaparecen las cosas sin importancia, y al tiempo, las actividades políticas empezaban a ser algo secundario para mí, porque sin ser iguales, los políticos parecen ríos de mayor o menor cauce, todos acaban en la mar de su vertiente, la política como todas las actividades tiene sus meandros, donde saltan por placer las ranas, y se sumergen los pececillos bajo la sombra humana. Aquél día no sé por qué, no era un día poético, y sin embargo tres versos volvía a mi mente repetidora:
¡Qué era la fuente, que significaba el cielo? Aunque yo llamara estar en el cielo a aquél diván, no lo pude saber o recordar, habían pasado cinco años, y debía de pasarme aquello de Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes, cuando sus amigos y compañeros le preguntaron ¿qué quiere decir “verde que te quiero verde”? Y según sus biógrafos, nunca lo dijo, simplemente se cuenta que dijo: “quiere decir eso mismo, verde que te quiero verde”
Y de nuevo como una costumbre recorrí la cortina color de calabaza, es color naranja algo rojizo, y llamé a Guiomar, que se asomaba muy poco, por no decir nunca, era Noviembre y dos mariposas volaban juntas, en ese baile vibrante.
Somos nosotros exclamé, con una risa burlesca me dijo: “No digas tonterías”
Tras meditar unos segundo, le dije: sí una eres tú, la mariposa, mi mariposilla.
Sigue...
JOSMAN.
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