INTRODUCCIÓN
A LA OBRA:
Don Antonio se
encuentra en la habitación de su hotel en la localidad francesa de Collioure
sentado en una silla y apoyando sus manos entrelazadas y sus antebrazos sobre
una mesa camilla. Son los últimos días de su vida.
Recuerda en voz
alta pasajes de su vida, desde el patio del Palacio de las Dueñas de Sevilla,
donde nació, hasta el momento de cruzar la frontera por Cerbére, camino del
exilio y ver por última vez, la tierra que tanto amaba y tanto le dolía:
España.
Nuestro poeta
hace un recorrido por su obra, que siempre fue el complemento inseparable de su
vida, tan gozada y sufrida, tal como él la sintió, con su luz, con su aroma,
con su sonido. En definitiva, Antonio Machado fue lo que escribió, una fontana
que aún sigue manando, con su rumor de agua clara, con su luz sevillana. Solo
él supo dar un paisaje nuevo a Castilla, el de la palabra.
Sensitivo,
nostálgico, desnudó las galerías de su alma y nos las mostró, con un fluido
lenguaje y un hondo sentir. A muchos aún hoy su obra nos enseña a pensar, a
sentir, a adivinar:
Bueno
es saber que los vasos
nos
sirven para beber;
lo
malo es que no sabemos
para
qué sirve la sed.
Cuando el
Modernismo le llamó a Paris, de las manos y de las plumas de Rubén Darío y de
su hermano Manuel, entre otros, él le acarició para seguir por la vereda
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del intimismo, en una lírica pura y circular y sólo con
sus "Soledades", viajó, amó, sintió y nos enseñó, entre otras cosas,
cómo el morir nos lleva al nacer, cómo la vejez es una nueva infancia sabia.
Morir en Collioure, era resucitar en verso en Sevilla. Poéticamente su pluma
transportaba, emulando la vida del Salmo, su alma a un patio de Sevilla donde
madura el limonero, debe bastarnos recordar su último verso, encontrado por sus
familiares, en un bolsillo de la chaqueta tras su muerte, cerca del mar buscando
la imposible España con la mirada, escribió:
Estos
días azules y este sol de la infancia
Melancolía,
recuerdos o la necesidad de morir, para regresar otra vez en un distinto vivir,
14 sílabas que encierran todo un testamento repleto de intenciones, de imágenes
y símbolos, o toda la victoria de un hombre vencido. Antonio Machado, Lorca y
Miguel Hernández son los 3 pilares de una enseñanza y una libertad tardías, que
nos mostró claramente la profecía clamorosa de un verso de Gabriel Celaya:
"La poesía es un arma cargada de futuro".
Ni el exilio ni
la cárcel ni el asesinato pudieron borrar las obras de estos insignes poetas.
Medio siglo nos separa hoy de sus vidas y de sus muertes y no existe homenaje
mayor que retornarlos como ellos fueron, pura luz del verso y cimiento
incombustible de la libertad y la esperanza.
JOSMAN
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