Tan sólo se puede entender la avaricia de los seres, a la hora del reparto de las herencias, sólo entonces entendemos la sangre de Caín que llevamos todos, que hace que los muertos desciendan desde el cielo o se incorporen de sus sepulcros de rasilla, para observar a los hijos no de su vida, sino de su muerte.
Y se levantan los muertos
en las guerras de familia,
revolvemos las herencias,
sangramos por las encías
glóbulos de los caines
y escupimos valentías
de un ayer que nunca fue
con su torre de mentiras.
Y, yo hice más que tú...
mientras la madre suspira...
y el padre desde el cielo
o en sepulcro de rasilla,
quiere levantarse y llora...
¿Y para éstos viví
trabajando hasta deshora,
con hambre y necesidades,
con sed y sin cantimplora?
Y ahora, hijos de mi muerte:
¡que avaricia más redonda!
Leganés, 2 de agosto de 2009
JOSMAN.
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