Sólo tú, mi refugio infinito,
sólo tú, el sosiego necesario,
sólo tú, la tarde de febrero
cálida de besos rezumando.
Sólo tú, la mecedora de esas horas
en que rumio, y vuelvo al niño
acunado en noches de postguerra.
Sólo tú, el cojín carnoso en seda
de mis piernas cansadas,
el relente de mi corazón bravío,
el beso adolescente de mi ocaso.
Sólo tú, nada más que tú,
ese resucitar entre suspiros,
el arroyo que se va y se queda,
sólo tú, mi otro Butarque del alma mía,
que me alegra el miedo de la noche negra.
Leganés, 27 de agosto de 2009
JOSMAN.
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